viernes, 10 de julio de 2015

Utopia



Recoger perlas azucaradas para hacerme un collar que refleje la verde claridad de las luciérnagas con olor de espliego y retama. Y ensartarme a un árbol, cargando una mochila llena de sueños de color azul, para compartir nido con un águila de plumas de algodón.
Y después, apaciguar la sed chupando nubes de horchata con el rastrojo del trigo acabado de segar.
¿Quién me puede negar un sueño de utopía? ¿Quién me puede prohibir el gozo de volver a ser un niño? Ni que sea en el breve tiempo de escribir estas líneas.(alf.)

viernes, 13 de febrero de 2015

Blanco


Es la luz, la pureza, la divinidad, la virginidad, la delicadeza, el amor, la pulcritud,  el alma, el bienestar, la brillantez, la clara del huevo, las paredes de los hospitales, el color neutro por excelencia que liga con todos los otros, el interior de los ataúdes, las margaritas, los lirios, la paloma de la paz, los vestidos de comunión, los de boda, las hojas de papel...
Todo es blanco pero también todo es negro porque no existe uno sin el otro, son la media naranja tan deseada, el complemento perfecto, el amor hacia el odio, la vida y la muerte, la felicidad y la tristeza, el lápiz que tacha las hojas inmaculadas, el bien y el mal, el cielo y el infierno, los ángeles y los demonios...

Blanco y negro, uno y el otro, llenan nuestras vidas, nuestros hogares, nuestros sentimientos, nuestros hechos cotidianos, nuestras alegrías y nuestras penas... La vida, la muerte, blanco, negro, creación, devastación, evolución, involución... son los antónimos perfectos, el toro y el torero, el fuego y el agua, el hombre y la mujer, el aprecio y el odio, los llantos y las risas, el hilo y la aguja, la televisión y la radio, la venganza y el perdón, deseados, inseparables, unidos por el destino, la existencia de uno depende del otro, pareja eterna pero distante, siempre enfrentados siguiendo su propio camino, un camino que inevitablemente los llevará a reencontrarse en algún paraje lejano... ¡Quién sabe!

Décadas

Todavía recuerdo el día que hice los veinte años. Todo un hombre, pensaba entonces, todo un mundo para conquistar.
Más diez: treinta.
Diez más, y lo único que había conquistado habían sido los cuarenta... Más tarde los cincuenta, y en un golpe conseguía el hito de los sesenta, la revisión vital me enseña la puta verdad: nada de nada.
Me doy cuenta que mi existencia se ha dividido en decenios: los primeros diez años de mi vida –como los de cualquier ser humano - fueron, desde el punto de vista vital, estériles, años de formación de mi yo, supongo. Los años del segundo intervalo, estúpidos, días de arrogancia y autodestrucción. El tercer decenio, en cambio, juventud. De los treinta a los cuarenta, años de lucha, de materialización de proyectos que, durante la quinta decena, empezaron a mostrarse reales, perdiendo, poco a poco, la pátina ideal con la que habían sido gestados: años de decepción que, con la constatación de la inutilidad de los esfuerzos empleados, se alargaron hasta los sesenta. Después me hicieron creer que durante mis sesenta viviría una segunda juventud, pues vale… en ello estoy.

lunes, 12 de enero de 2015

Una mirada


¿Qué piensas que no te atreves a decir?

Pienso muchas cosas en muchos momentos del día que no interesan a nadie. Quizás algunas podrían interesar y no oso decirlas, ya sea para evitar ofensas a terceros o bien porque carezcan de la fuerza y empujón necesarias para sincerarme. Y tanto es así que, ¿quién puede preocuparse por lo que pasa por mi cabeza? Y en todo caso si alguien se interesas sería quizás por cotilleo, así pues, tampoco estaría preocupado, sino tan solo interesado o curioso.

Una imagen vale más que mil palabras. Yo pienso que una mirada vale más que todas las palabras del mundo. ¿Qué haces cuando tienes vergüenza, miedo o indecisión? Escondes la mirada. Los ojos son el espejo del alma. Creo que son la parte más sincera de una persona. Una mirada puede causar más sensación que una caricia. Es la manera de comunicarte con las personas sin que todas lleguen a entender o darse cuenta de lo que estás diciendo o tan solo que vean que les hablas en silencio. De este modo, los pocos que puedan profundizar en la mirada, sabrán, deducirán o imaginarán qué pasa por mi cabeza.

Tengo mil motivos por los cuales no debo dejar que la gente perciba qué es lo que realmente me pasa. Tengo centenares de pensamientos y sentimientos escondidos que continúo compartiendo conmigo mismo. He dejado medio abiertas algunas puertas y he cerrado con llave otras antes de abrirlas. Rehúso miradas que me asustan, lloro con miradas que me entristecen, sostengo miradas profundas y sinceras, busco miradas alegres y envío miradas vivas y llenas de sentimiento.

Una mirada intimida, una mirada te alegra, una mirada te apoya, una mirada te ignora, una mirada te traiciona, una mirada te rinde, una mirada te rehúye, una mirada te enamora... una mirada te habla desde el corazón. 
¡Escúchala! (alf.)



martes, 18 de noviembre de 2014

Blanco y negro


Olor de limpio. Algodones puros de los que expulsan el sudor. Todo blando, todo blanco, todo puro... Y yo allá en pleno mes de aquel tranquilo febrero de hace algo más de sesenta años, un febrero frío y lluvioso ignorado dentro de la cuna. Todos los brazos hacia mí, y yo, indiferente, porque no me daba cuenta de si mi llegada había sido un deseo, un descuido, había sido fruto de una noche enloquecida, o quizás fruto de una rutina, de un acto rutinario en aquellos años que no se sabía qué hacer...
Al otro lado del mundo, en aquel mismo momento, nacía Tala, un niño negro que salía de su madre para ir a parar directamente a tierra, una tierra seca y polvorienta, mientras su madre trabajaba en una plantación de caña. No tuvo tiempo de decir ay y el hijo ya lloraba y las trabajadoras que estaban a su lado, después de mirar si el encargado las veía, se apresuraban a llegar a hora de cortar el cordón umbilical del chico que quizás se rebelaría contra aquella situación y les quitaría las cadenas del sufrimiento y de la sumisión.

De nombre, Italia


—Tu hija ha nacido con el síndrome de Down— le ha dicho el médico en voz baja.

A pesar de la delicadeza con que el tocólogo ha pronunciado estas palabras, la herida que le han provocado es tan dolorosa que desearía sumergirse bajo las sábanas y volverse a dormir. Quizás es una pesadilla. ¡No es posible que le esté pasando esto! Observa el movimiento de los labios de la gente que lo rodea, recibe las caricias de su hombre. No estaba preparada para escuchar un diagnóstico como aquel. ¡Ella sólo tiene veintinueve años!

Su hija no podrá ser médico, como su abuelo, ni tendrá aficiones literarias, como ella. Ni irá a la escuela que ya tenían pensada. Ni más adelante tendrá que estar despierta, de madrugada, esperando que llegue sana y salva a casa. La enfermera, en silencio, le ha depositado la criatura entre los brazos. Ella la mira, le pasa un dedo alrrededor de la cara. Le acaricia con dulzura la barbilla, los labios, la nariz... Cierra los ojos. No parece un buen camino añorar lo que nunca pasará. Tendría que vencer el miedo y superar el chasco. Aprender a valorar lo que tiene y aferrarse a lo que sí puede suceder. Recuerda cuando su hombre estuvo a punto de ser trasladado a París. Les costó hacerse a la idea, pero poco a poco se fueron entusiasmando. Finalmente, cuando ya lo tenían todo a punto, le comunicaron que el destino tendría que ser otro: Italia. Al saberlo, se sintieron desilusionados. Ya no les servía lo que habían investigado y aprendido. Otras costumbres, otro idioma... Pero también recuerda que pocos días después se volvían a ilusionar y hacían cábalas sobre las magníficas vivencias que tendrían en aquel país donde, finalmente, disfrutaron de tres años inolvidables.

El recuerdo se ha desvanecido, pero le ha dejado una sonrisa. Y un pensamiento que va cogiendo forma y la llena de coraje. Besa su hija y la estrecha con fuerza contra su pecho. El amor que siente es tan intenso que sabe que nunca podrá separarse de este cuerpo pequeño.

Y de nombre ¿por qué no Italia? (alf.)




jueves, 30 de octubre de 2014

Psicomotriz



Mirarte al espejo a primera hora de la mañana y darte cuenta que ya hacía rato que intentabas afeitarte con el despertador; no tiene nada de estrambótico, si tienes en cuenta el contexto actual.
Pones el móvil en la tostadora o envías un whatsapp desde la pantalla táctil de una rebanada de pan, son dificultades psicomotrices, no se tiene que sufrir. Conflictos entre las percepciones sensoriales y los movimientos corporales. Demasiados años en atención permanente, o exposición ininterrumpida, a situaciones gradualmente más desconcertantes. La epidemia en  África occidental, con casos en Madrid, por ejemplo. Las guerras al norte del mismo continente. Centenares de personas recibidas a golpes en las fronteras melillenses. Que España lidera la recuperación económica. Las indemnizaciones de la empresa Castor. La proliferación de casos de corrupción. Las tarjetas opacas. La libertad del ex director Blesa. La suspensión del juez Silva. Enfatizar que si no se vota es una victoria de la democracia. Las coacciones ideológicas. Presos políticos. Y el río Güell canalizados perfectamente por el tramo ferroviario de alta velocidad… Sí.

Así es la reacción que desemboca en una respuesta de autodefensa, consecuencia de la situación de amenaza a nuestra integridad física reiterada; y las réplicas, acontecen programas naturales: encender un pitillo por el filtro, ponerte calcetines diferentes o meterle sal al café con leche, después de cerrar los ojos para no visualizar la brutal colisión del coche de fórmula-1 contra una grúa, a más de 200 km/h, o del retorno a la recesión económica en Europa. Pánico. La tensión es progresiva. Acumulativa. Empiezas por las orejas del lobo, el hombre del saco, el dragón feroz, el ojo de *Morthor y creces con el Euríbor, la fantasmagórica prima de riesgo, la presión de las culturas orientales, la crisis del mercado laboral, la violencia informativa o el ébola. Sorpresa, miedo, escalofrío y… primeros síntomas psicosomáticos.

Haces un *kit-*kat. Te quedas en blanco. No es de extrañar, pasas la noche del llorón si no apagas el transistor. Vaya, que te queda un telediario para sacar a pasear la aspiradora al Central Park. Será eso. Desconectar antes de llegar al trabajo con las zapatillas de poca monta. Emanciparse. Dejar la absurda interpretación, donde el lenguaje cura una iconografía básica de angustias, de falsas realidades, necesarias. alf.